domingo, 3 de mayo de 2020

Pueblo Gallego. Un periódico olvidado.



Pueblo Gallego fue un periódico de ámbito regional de Galicia, editado en Vigo, que inició su publicación el 27 de enero de 1924 por iniciativa de la Liga de Defensores de Vigo, un grupo definido ideológicamente como “liberal”. Por sus páginas pasaron colaboradores tan destacados como Castelao, Álvaro Cunqueiro o Plácido Castro y algunos de los más notables periodistas de aquellos años.

La dirección inicial corrió a cargo de Jorge Cadaval y la gerencia de Manuel Hidalgo. En 1927 fue nombrado como nuevo propietario de Pueblo Gallego el político y empresario galeguista, Manuel Portela Valladares, que le daría un renovado impulso. Dadas sus múltiples ocupaciones y sus largas estancias en Cataluña en un primer momento Valladares cedió la dirección a Felipe Fernández Armesto, que contaba entonces con 22 años, pero el joven periodista debió de sentirse desbordado por la responsabilidad, por lo que al final fue Portela quien tuvo que sumar este cargo a la responsabilidad empresarial que ya tenía, dirigiendo el rotativo por vía telefónica desde Barcelona.
Enrique Santos Gayoso señalaba en su Historia de la Prensa en Galicia, que Manuel Portela Valladares dirigía el periódico por carta y teléfono desde Barcelona y que fue él el principal responsable de la publicación hasta su anexión por ejército tras el levantamiento militar y su posterior concesión a la Falange en enero de 1937. 
A partir de ese momento el diario cambió radicalmente su enfoque y su línea editorial y, aunque mantuvo su cabecera, dejó de ser la misma publicación para convertirse en otra, afín al nuevo régimen.
No se ha publicado ninguna monografía sobre Pueblo Gallego, a pesar de la gran importancia que este periódico alcanzó en Galicia en su etapa anterior a la Guerra Civil, con una tirada de más de 30.000 ejemplares. 

Existen no obstante algunas publicaciones, que no pasan de ser aproximaciones discretas o esbozos de trabajos más amplios que nunca llegaron a realizarse. En esa dirección apunta uno de los primeros artículos dedicados al diario vigués. Corría a cargo del periodista Gonzalo Rey Alar, voz autorizada para hablar de Pueblo Gallego, pues allí había iniciado su trayectoria profesional como cronista deportivo en la etapa de Portela Valladares, para posteriormente, en los años 40, ya con el franquismo en el poder, ascender a los cargos, primero de redactor jefe y finalmente director. 

La propuesta se quedó ahí, pues Rey Alar no volvió a realizar nuevas incursiones y nadie recogió la antorcha en el transcurso de los años. Hubo algunas tímidas incursiones que o bien analizaban aspectos ideológicos concretos en relación con Pueblo Gallego o bien repasaban la trayectoria de algún insigne escritor, como Álvaro Cunqueiro o Plácido Castro, a su paso por las páginas del periódico.

La llegada del nuevo siglo  no sirvió hasta el momento para cubrir el vacío. Sin embargo cabe destacar dos referencias de interés. La primera corresponde a un suplemento de La Voz de Galicia (actual depositaria de los derechos de la histórica cabecera), que incluía una edición especial de la antigua cabecera, publicada el 25 de julio de 2000, con un carácter conmemorativo. La segunda y más reciente corresponde a 2016, año en el que con motivo de la incorporación de algunos originales de Pueblo Gallego a la exposición Galicia Cen, se le dedicó una breve reseña en el folleto informativo del certamen, donde nada nuevo se aporta a los datos ya conocidos.

Esta ausencia de investigaciones no deja de resultar significativa, especialmente teniendo en cuenta que sí existen investigaciones sobre el semanario “A Nosa Terra”, y también acerca del Partido Galeguista y la figura de Portela Valladares donde se incluyen algunos datos sobre “Pueblo Gallego”.

Tal vez se encuentra Pueblo Gallego en un extraño limbo por los avatares de su trayectoria histórica y lo que algunos investigadores, es posible que demasiado absortos en su militancia ideológica, podrían interpretar como contrapuesto a sus intereses. 


sábado, 21 de diciembre de 2013

El "despertar" de Bill Mantlo





La prometedora carrera del guionista de comics Bill Mantlo se truncó bruscamente cuando fue atropellado por un automóvil que le dejó en coma en 1992. Veinte años después Mantlo recobro milagrosamente la consciencia y hoy continúa luchando por recuperación ayudado por su hermano
Héroes representativos de minorías étnicas y sectores marginales de la sociedad, juguetes adaptados al cómic, formatos experimentales, y por supuesto los héroes de toda la vida, como Spiderman o Hulk. Para la Marvel Comics de los años 80 no había proyecto o iniciativa editorial que no tuviera como guionista a Bill Mantlo. Sus historias eran tan buenas, tan originales en su planteamiento, siempre impregnado de realismo, que la crítica no ha dudado en equipararle con autores de la talla de Christ Claremont, Frank Miller o Alan Moore. Tenía por delante un futuro prometedor y ya pensaba en escribir guiones para la gran pantalla, pero todas sus expectativas se vieron truncadas e 17 de julio de 1992, cuando resultó brutalmente atropellado por un coche que se dio a la fuga. A raíz del accidente contrajo un traumatismo craneal que le dejó en coma. El tiempo transcurría y no daba señales de recuperación, por lo que llegó a pensarse que su estado era ya irreversible.

Veinte años después, una mañana de 2011 Mantlo recobraba milagrosamente la conciencia en su cama de hospital para, a continuación, quedar dormido de nuevo. Desde entonces sus despertares se harían cada vez más constantes y prolongados, hasta que Mantlo fue saliendo gradualmente de su letargo. Hace algunos meses incluso se hablaba de su regreso al trabajo como guionista de comics, pero las secuelas neurológicas fueron graves y a día de hoy Mantlo no se encuentra lo suficientemente restablecido como para retomar su actividad.


UN COSTOSO TRATAMIENTO
El mayor problema para sus familiares reside ahora en el enorme gasto económico que ha supuesto la asistencia de Mantlo en un país donde la Sanidad Pública prácticamente no existe y los seguros sanitarios reclaman sumas astronómicas por tratamientos tan prolongados. “La cobertura de su seguro se esfumó en 1995 tras haber invertido 2 millones de dólares en tratamiento médico de emergencia y, posteriormente, en terapias de rehabilitación en cuatro hospitales diferentes”, explica su hermano Michael Mantlo. El y su esposa Liz son quienes asumieron el cuidado y la tutela de Bill tras el accidente, y han permanecido siempre a su lado, apoyándole en todas sus necesidades. Al acabarse el dinero hubo interumpir su estancia hospitalaria y Bill fue ingresado en un Asilo de Ancianos, pero el escritor necesitaba continuar su caro tratamiento y allí sólo podían proporcionarle alimentación y cuidados básicos. La Marvel Comics, para la que Bill había trabajado tantos años, se limitaba a pagar los cada vez más exiguos beneficios que generaban las ventas de sus obras, que eran limitados proporcionalmente, ya que los derechos de los personajes son propiedad de la editorial.

Ante esta situación David Yukovich, amigo personal de Mantlo, contactó con su hermano Michael para poner en marcha una iniciativa de ayuda al escritor. Se trataba de un libro en el que se recogería toda su trayectoria como guionista. Así nació Mantlo. Una vida en cómics, una obra virtual ya que esaba fuera de impresión, pero disponible para su descarga en wowio.com. Los fans de Mantlo respondieron con entusiasmo y la iniciativa fue un éxito. Más tarde se pondría en marcha Bill Mantlo Support Funt, a través de la que se recaudan donaciones para el tratamiento del escritor. De esa manera se pudieron recaudar los fondos suficientes para que Bill tuviera esa atención extra que necesitaba, más allá de la que proporcionaba el programa Medicaid, patrocinado por el estado.


AMOR POR EL CÓMIC
Nacido en Brooklin, New York, en 1951, la afición de Bill Mantlo por los cómics de superhéroes le venía de la infancia. Su primer héroe favorito fue Flash, el velocista del Universo DC. Más tarde descubrió a los héroes de Marvel, desarrollando una verdadera pasión por Fantastic Four y Spiderman, a los que les seguirían muchos más. “La vida de Bill eran los comics y todas las historias maravillosas que ocurrían en ellos”, afirma su hermano.

Durante sus primeros años en Marvel Mantlo se ocupó de personajes más propios de los pulp o del cine de serie B, que del género superheroico, tales como Tigre Blanco, primer superhéroe portoriqueño, o Sang Chi, el hijo de de Fu-Manchú, re, series en las que ya empezaba a mostrar un cierto interés por los problemas sociales de su tiempo. Vendrían después las adaptaciones al cómic de los juguetes propiedad de Mego Corporation, en dos series que con el tiempo se han convertido en piezas de coleccionista: Rom, el caballero del espacio, y The Micronauts, los héroes más minúsculos nunca conocidos, pues sus aventuras discurrían un universo insertado en una molécula. Con esta serie ganó el prestigioso premio Award, lo que acrecentó su popularidad.

HISTORIAS CONTROVERTIDAS
El reconocimiento por su buen hacer en estas series pronto le valdría hacerse con los guiones de dos de los personajes más punteros de la Marvel de los 80, Spiderman, y Hulk, dando lugar a algunas de las etapas más recordadas en ambas series. En esta época proliferan los temas controvertidos en los comics de Mantlo. En una historia de Spiderman se narraban una serie de muertes accidentales producidas por armas de fuego, lo que fue interpretado como una denuncia indirecta de su legalización. En Hulk relacionaba la existencia del alter ego violento y verde de Bruce Banner con los malos tratos y los abusos sufridos por este durante la infancia. En la serie de mutantes canadienses Alpha Fligh el superhéroe Estrellla del Norte confesaba su homosexualidad, rompiendo todos los moldes de corrección inherentes al comic book.


CLOAK AND DAGER
Pero sin duda la obra en la que el tono de realismo social alcanza su cénit es en Cloak and Dager, la serie de la que se siente más orgulloso y la más valorada por la crítica. Sus protagonistas eran dos adolescentes que se habían fugado de sus hogares para empezar una nueva vida en Nueva York. Pero al llegar a la gran manzana fueron secuestrados por una mafia de narcotraficantes, que durante meses experimentaron con ellos nuevas drogas en la isla de Ellis. Eran mutantes y estas drogas los convirtieron en monstruos víctimas de sus poderes. Cloak tenía un hambre insaciable de oscuridad. Su compañera Puñal no dejaba de emanar luz. Ambos se complementaban y se necesitaban el uno al otro para sobrevivir, aunque su convivencia no siempre era deseada ni fácil.

Más allá de las connotaciones éticas en torno a la luz y la oscuridad, estos héroes constituían una metáfora de la adicción a las drogas, una realidad especialmente patente en aquellos años que el siniestro Cloak definía con estas palabras referidas a sí mismo: “No soy un hombre. Soy un ser que se limita a existir, luchando entre el hambre y la necesidad de calmarlo.

ABOGADO EN EL BRONX
Y es que Mantlo tenía un conocimiento muy directo de ese mundo por ejercer como abogado público de oficio para la Legal Aid Society, en el entonces marginal Bronx de Nueva York. De allí regresaba el día del accidente, pensando seguramente en las “minivacaciones” que proyectaba tomarse con su hija y el prometido de esta. El accidente ocurrió a tan sólo unos metros de su hogar, en la esquina de la calle 114 y Morningside Drive. El conductor se dio a la fuga y nunca se dio con él, un tipo de casos muy habitual en Estados Unidos que la Policía clasifica com “Run- Hit”.

Ha habido teorías conspirativas sobre lo ocurrido pues como abogado comprometido con temas sociales, Bill había puesto nerviosas a algunas personas influyentes. “Nunca he descartado esa posibilidad. Sin duda Bill levantó mucho revuelo en el ámbito legal y el Departamento de Policía de Nueva York hizo un esfuerzo mínimo para dar con el culplable”, señala Michael.

VIDAS TRUNCADAS
Una tragedia de tales dimensiones trastoca la vida y los sueños de todos. Cuenta Michael que antes del accidente él proyectaba trasladarse al suroeste de los EE.UU. al cumplir los 55, para disfrutar de una merecida jubilación con su esposa. Por su parte, Bill tenía grandes planes para el futuro. Su intención era entrar en la industria del cine, para la que estaba escribiendo guiones al tiempo ejercía como abogado.

Fueron sueños que tuvieron que aparcarse y vidas que experimentaron un giro dramático. Ahora, tras muchos años de dificultades y sufrimientos, la milagrosa recuperación del escritor ha traído un soplo de aire fresco. Por supuesto las cosas ya nunca serán como antes. Todos quieren que vuelva el viejo Bill, aquel que se destacaba por su gran inteligencia y sentido del humor. Pero lo logre o no su heroísmo y sus ganas de luchar se han ganado la admiración de todos los que le conocen, y muy especialmente de su hermano: “Para mí, siempre ha sido, y sigue siendo, una de las personas más increíbles que he conocido”.

jueves, 21 de noviembre de 2013

El niño que emigró a Buenos Aires con un revolver



Jesús J. Blanco / Santiago

Vigo, 1912. Un niño de tierna edad entra en una armería próxima al puerto. Se dirige al mostrador y le pide al dependiente un revolver que acaba de ver expuesto en el escaparate y cinco balas de repuesto. Atónito, la primera reacción de este es negarse, pero el pequeño es perserverante. Hay algo en su mirada. Fuego en los ojos, una determinación, un destino. “La compré con toda la seriedad de mis pantalones cortos”, declararía muchos años después un Javier Vázquez Iglesias ya adulto. Pero retrocedamos.
 

En aquel entonces iba a emprender un largo viaje y no estaba dispuesto a hacerlo indefenso. Había nacido en Taboada (Lugo) en 1899, donde transcurrió su infancia hasta la edad de 13 años. Viéndole sus padres inteligente y resuelto, y ante la situación de precariedad por la que atravesaba la familia, decidieron que la mejor salida para el pequeño Javier era la emigración. La idea de “hacer la América”, popularizada por las compañías navieras, gozaba de una gran aceptación en la Galicia rural de principios del siglo XX. Los habitantes de las “vilas” y aldeas presenciaban con admiración y cierta envidia como algunos de sus vecinos retornaban de “alén mar” convertidos en indianos ricos, levantaban ante sus narices ostentosas mansiones y realizaban numerosas obras sociales con las que afianzaban su imagen y popularidad. Siguiendo uno de los itinerarios habituales Vázquez Iglesias se embarcó en el puerto de Vigo, en un mercante con destino a Buenos Aires.. Al ver como su barco, de nombre Anglo, se adentraba en el mar, cuenta que le vino a la mente la imagen de su madre: “Su sombra tutelaba mis pasos. Su saudade fue el timón para mis esfuerzos”.

LA DURA TRAVESÍA
El largo viaje por mar y sus muchas incomodidades se veían agravados por la falta de alicientes para quien tenía pocos recursos. “Fueron treinta y tres días con muchos sueños y pocas pesetas el bolsillo”, recordaba el empresario. Antes de llegar a Río de Janeiro sufrieron un accidente de navegación que motivó una llamada de auxilio, pero ni estas ni otras dificultades pudieron enturbiar sus esperanzas, ilusionado con las oportunidades que le ofrecería el nuevo continente.

Una vez en Buenos Aires consiguió su primer trabajo en un negocio situado en la calle Juncal y Salguero, en el que le pagaron su primer sueldo, de 15 pesos mensuales: “los que más me costaron ganar y los que recibí con más alegría”. A esta actividad le siguieron múltiples ocupaciones en las que el joven emigrante progresaba rápidamente. A los 18 años era ya gerente de una sucursal dedicada a la Vendimia, tal vez, según sus palabras “el gerente más joven de aquella época”. Estas experiencias fueron puliendo a Vázquez Iglesias, otorgándole capacidad de observación, seguridad en la toma de decisiones y confianza en sí mismo, cualidades que le llevarían a convertirse en propietario de una importante empresa metalúrgica especializada en la fabricación de materiales para automóviles.
 

JVI S.A
En efecto, en 1928 fundó la compañía Javier Vázquez Iglesias S.A., que en sus inicios se dedicaba a la venta de naftas, lubricantes y al servicio y mantenimiento de autobuses. En 1933 la empresa obtuvo su primera licencia en el país para la importación de camiones. Desde entonces, continuaría inmersa en la comercialización de automóviles, camiones, ómnibus y vehículos adaptados, tanto nacionales como de importación. Pero mantener el liderazgo no resultó fácil para una actividad que dependía en gran medida de las relaciones internacionales, al tener que afrontar primero las dificultades derivadas de la Segunda Guerra Mundial y, al finalizar esta, las trabas derivadas de la alternancia de sistemas económicos proteccionistas y de libre mercado en su propio país.
Pero siguió creciendo. A principios de los años 50 las diversas plantas de su empresa ocupaban 80.000 metros cuadrados. En estas instalaciones se fabricaban ruedas y “lamialpinas” para todo tipo de vehículos, materiales de fricción, cintas de frenado, bloques, forros de embrague y juegos para usos industriales, además semiremolques y ruedas para el ferrocarril. Todo funcionaba gracias a la acción coordinada de 230 obreros y un equipo de 50 administrativos que controlaban todos los engranajes burocráticos. Lejos de limitar su actividad a este sector, Vázquez Iglesias también dirigía la Compañía de Seguros S.U.R, proyectaba la creación de una fábrica de bujías y tenía planes para extender sus negocios a Estados Unidos.
 

LÍDER DE LA COLECTIVIDAD
Con el fin de afianzar su capacidad de liderazgo, pero también imbuido del amor por Galicia que siempre le caracterizó, el siguiente paso de Vázquez Iglesias fue tomar parte en el principal órgano político de la emigración. Con determinación que le caracterizaba se presentó a las elecciones del Centro Gallego en 1950 y, por supuesto, ganó.

El galeguista Bieito Cupeiro calificaría su mandato como “uno de los más fructíferos de la entidad”. Entre sus principales logros destacaba la afiliación de más de 100.000 nuevos miembros, la integración de las diferentes agrupaciones mediante una política que favorecía los pactos y alianzas, y las mejoras introducidas en la gestión, al incorporar profesionales competentes en todos los departamentos. “Se supo rodear de los hombres de mayor valía con los que podía contar, sin reparar a qué facción estaban adheridos, con tal de que fuesen de bandera democrática”, afirmaría el periodista argentino Víctor Luís Molinari. Su legislatura supuso además una potenciación de las actividades culturales, que hasta entonces sólo destinaba a ellas el 2% de su capital social. En el plano ideológico trató de situar este organismo en la línea de los sectores más progresistas de la colectividad, rompiendo así con la ambigüedad que había caracterizado su funcionamiento anterior.

Fue también en su etapa en el Centro Gallego cuando trabó una estrecha amistad con el artista e intelectual exiliado Luís Seoane, a quien puso al frente del departamento de Cultura y de la revisa Galicia, el boletín oficial de la entidad. Seoane dotó de nueva vida a la publicación, que viviría una de sus etapas más prósperas y creativas. También apoyó a Seoane en iniciativas particulares como la puesta en marcha la revista y la audición Galicia Emigrante en los años 50, convirtiéndose en el principal anunciante de ambos medios, un gesto que le haría ganar el apoyo incondicional de su amigo.


RECONOCIMIENTO

En 1955 fue relevado de su cargo en el Centro Gallego, pero su memoria había dejado huella. Al año siguiente la colectividad organizó una cena en su honor en el salón Les Ambassadeurs a la que asistieron más de 1.200 comensales. El evento, con gran difusión periodística, contó con la asistencia de muchas figuras notables de la vida institucional gallega. Entre ellos estaba Eduardo Blanco Amor quien destacó la revitalización cultural de la entidad durante el mandato del empresario y los esfuerzos realizados en pro de la unidad de los gallegos. El homenaje marcaba el final de la etapa de Vázquez Iglesias en el Centro Gallego pero no de su actividad en las instituciones societarias, pues no tardaría en hacerse con la presidencia del Centro Lucense, entidad de la que había sido miembro fundador. También mantuvo sus actividades empresariales durante la década siguiente con ese mismo nivel de impulso emprendedor.

El dinamismo que le caracterizaba hizo que su repentino fallecimiento a la edad de 70 años sorprendiera a quienes le conocían. El 19 de octubre de 1969, desde la audición que tanto le debía a su generosidad, se pronunciaban estas palabras en su memoria, que bien podrían considerarse un epitafio: “Javier Vázquez Iglesias probó con sus actos ser un verdadero demócrata, un hombre de ideas liberales, que no renegaba de su origen y a quien placía nuestra lucha por el reconocimiento de las diferencias de Galicia”.

lunes, 14 de junio de 2010

Galicia Emigrante. Prensa y radio en el exilio gallego



La audición y la revista Galicia Emigrante, promovidas por el intelectual y activista político Luís Seoane durante su exilio en Buenos Aires, constituyeron la primeira experiencia multimedia del periodismo gallego, al integrar dos medios de comunicación en una misma empresa comunicativa. Así lo atestigua el historiador y periodista Jesús J. Blanco Rosas en su obra ‘Galicia Emigrante. Prensa y radio en el exilio gallego’, una investigación histórica que analiza de forma pormenorizada los diferentes aportes de esta experiencia pionera.

La investigación de Jesús Blanco destaca como tras exiliarse en Buenos Aires en 1936 para huir de la persecución del régimen de Franco, el galleguista Luís Seoane comezó a explorar las posibilidades expresivas de la radio y la prensa de la emigración. En su cometido decidió ir más allá del carácter divulgativo y de nexo integrador al servicio de la colectividad que desempeñaban estos medios para desarrrollar también sus posibilidades como instrumento didáctico y de toma de conciencia política. La expresión más lograda de esa concepción mediática tiene su plasmación en la audición y la revista Galicia Emigrante, creados por Seoane a mediados dos anos 50 del siglo pasado. La singularidad de esta iniciativa viene dada no sólo por la alta calidad que caracterizó a ambos medios, sino sobre todo por la originalidad y elcarácter innovador que representaba una experiencia comunicativa desarrollada sobre dos soportes diferentes.

Análisis minucioso
Atendiendo en todo momento a esa bicefalia, el autor desarrolla un estudio pormenorizado de la audición y la revista Galicia Emigrante, en el que además de su evolución histórica, también se analizan aspectos como el funcionamento interno de cada medio, los sitemas de financiación y gestión económica por el que se rigen, las estrategias de difusión utilizadas para llegar al público, su posicionamiento ante el proceso de la emigración, su papel en difusión de los valores culturales de Galicia y la línea política e ideológica en la que se inscribe esta iniciativa. El resultado es unha visión coherente y exhaustiva de la audición y la revista de Seoane y del papel que desempeñaron durante el Exilio, tanto entre la colectividade emigrada como entre los galegos de la metrópoli, que permite evaluar su transcendencia posterior para la sociedad gallega actual.En opinión del autor, esta investigación contituye "el primer estudio histórico en profundidad sobre los dos medios más emblemáticos que Seoane dirigió", ya que hasta ahora sólo habían sido analizados en sus aspectos más generales. Jesús Blanco manifestó que con la publicación de esta obra también quiere contribuir a saldar la deuda histórica que Galicia tiene con Seoane.

jueves, 29 de enero de 2009

Pioneros de la Medicina Familiar




La creación de la primera unidad docente de Medicina Familiar en Chapela sentó las bases de la moderna Atención Primaria en los años ochenta.

Este nuevo modelo de asistencia sanitaria logró la erradicación de la fiebre Tifoidea en la comarca, generalizó las consultas médicas entre la población y fomentó la planificación sociosanitaria.


La movilización vecinal logró que se cediera al municipio de Redondela un viejo edificio expropiado por Autopistas del Atlántico para su reconversión en centro de salud.“La casita de la Pradera”, como la bautizaron los vecinos de Chapela, se convertía así en la primera unidad docente de Medicina Familiar y Comunitaria, un precedente de lo que hoy conocemos como Atención Primaria. El nuevo centro supuso toda una revolución para la tranquila vida de los lugareños, en una Galicia de la Transición que aún veía a los médicos como seres inaccesibles. Los protagonistas de aquella iniciativa recuerdan hoy, entre la nostalgia y el sabor agridulce del paso tiempo, una experiencia que significó romper las barreras que distanciaban a los profesionales sanitarios de la sociedad.

A principios de los años 80 el Instituto Nacional de Salud (INSALUD) proyectaba la creación de un centro docente para completar la formación de los facultativos en Medicina Familiar y Comunitaria, una especialidad de nueva implantación. A su vez, los vecinos de Chapela, sensibilizados sobre la necesidad de mejorar la asistencia sanitaria de la zona, habían iniciado una campaña de movilizaciones para lograr el traspaso al Ayuntamiento de una vivienda en estado de abandono, expropiada en 1978 para el trazado de la Autopista.

“Sin la presión popular habría sido imposible poner en marcha la Unidad, ya que la Administración no disponía de recursos suficientes para crear un nuevo edificio”, recuerda Francisco Puch, vicepresidente de la Asociación de Vecinos de Chapela. Unos años atrás este colectivo había protagonizado un enconado movimiento de resistencia contra el trazado de la autopista, ya que suponía la división territorial de la zona. Ahora volvían a unirse para pedir la creación del nuevo centro de salud.

En febrero de 1981 tras un prolongado e intenso proceso reivindicativo los vecinos lograban por fin su objetivo. “Trabajando conjuntamente con el Ayuntamiento se pudo conseguir la cesión de la casa, que actualmente ocupa el equipo de Medicina Familiar, que significa un nuevo enfoque de la asistencia sanitaria”, comenta el Boletín Informativo que editaba la asociación por aquellos años.

JUVENTUD E ILUSIÓN
El inmueble tenía muchas limitaciones, pero quedaban compensadas de sobra por el afán de superación de sus nuevos inquilinos, en su mayor parte recién salidos de la facultad. Al frente del nuevo centro de salud estaba un jovencísimo Manuel Martín, que empezó como médico general para asumir más adelante el cargo de Coordinador Docente. “Era una unidad pequeña, producto del voluntarismo y de las ganas de trabajar de los que estábamos allí, que teníamos menos de 30 años, y de la colaboración activa de la asociación de vecinos”, recuerda.

En Chapela se formaron los primeros facultativos de Familia, muchos de ellos, como el propio Martín, jugarían años más tarde un papel determinante en la creación de colectivos sanitarios especialmente reivindicativos y siempre muy críticos con la Administración, como la Plataforma Diez Minutos o la Asociación por la Defensa de la Sanidad Pública.

SANIDAD SOCIAL
A los pocos meses de su apertura la unidad ya marcaba la diferencia por su singular sistema de trabajo. El Centro de Chapela comenzó a organizar una amplia gama de actividades con el objetivo de llevar a los lugares menos privilegiados las ventajas y prestaciones de una sanidad moderna. Charlas informativas para educar a la población, revisiones escolares o campañas de vacunación periódicas, son algunas de las nuevas prácticas sanitarias a las que los vecinos de Chapela tendrían que acostumbrarse. Pero sobre todo, se promueve el desarrollo de programas de promoción y prevención de la salud para detectar los problemas y necesidades sanitarias del entorno. En el primero de estos diagnósticos se observó una incidencia muy importante de las fiebres de tifoideas.

El trabajo conjunto del equipo médico con la Asociación de Vecinos permitió realizar un estudio pormenorizado de los pozos de agua de la zona e identificar aquellos que estaban contaminados como factor causante de la enfermedad. “La asociación iba casa por casa a recoger el agua, la trasladábamos a la dirección provincial y allí la analizaban y se identificaba si estaba en buen estado”, explica Martín. Se trazó un plan para acabar con los pozos negros mediante la creación de fosas sépticas. En un folleto editado por la Asociación de Vecinos se daban las indicaciones básicas para su instalación. El problema desapareció en poco tiempo.

Otro hito para la época fue promover un servicio de extracción de sangre en Redondela, que permitía un seguimiento más riguroso y preciso de la salud de los pacientes. La inauguración de esta nueva dotación sanitaria, en octubre de 1984, fue todo un acontecimiento que contó con la presencia del entonces Ministro de Sanidad por el PSOE, Ernest Lluch.

Fueron algunos de los logros más importantes del nuevo modelo sanitario pero no los únicos. En colaboración con la asociación de vecinos y los padres de alumnos, el centro puso en marcha un programa educativo sobre salud bucal dirigido a los niños, en el que se aplicaban tratamientos de flúor.

En el centro de enseñanza se programaban con regularidad charlas educativas destinadas a padres, alumnos y profesores sobre diversos temas de salud y prevención. “No sólo nos preocupábamos de curar sino también de prevenir problemas importantes que detectábamos en la zona, y los vecinos veían los resultados”, señala Martín.

También se introdujeron modificaciones en la asistencia sanitaria, como el trabajo por programas específicos centrados en patologías concretas, que no tardó en extenderse al conjunto del sistema sanitario, el desarrollo de las historia clínicas, los ficheros de pacientes y la creación archivos sobre las cuestiones sanitarias que surgían en relación con el área de influencia.

DIVISIÓN
Ante las mejoras en su calidad de vida la mayoría de los vecinos se mostraban favorables a los cambios que trajo consigo la Medicina Familiar. “Estaban encantados, porque si antes sólo tenían un médico por unas horas ahora contaban con un equipo bien preparado siete horas al día”, sostiene el facultativo. Pero también había sectores discrepantes. Las nuevas formas de proceder, que basaban buena parte de su eficacia en reunir un importante volumen de información sobre los pacientes y el área sanitaria de influencia, eran entendidas por facultativos de la vieja guardia como “burocracia” y los programas experimentales como extravagancias sin verdadera utilidad.

En el caso concreto de Chapela resulta significativa la división que esta iniciativa creo entre los vecinos de la localidad, una división que, de hecho, tenía su origen en el trazado de la autopista. La cicatrices aún estaban abiertas y el nuevo centro de Salud generó problemas entre Chapela de abajo, que hasta la aparición de la unidad docente tenía el médico al lado de casa, y Chapela de arriba, donde ahora se centralizaban todos los servicios, lo que llevaba consigo la reubicación de los facultativos en el nuevo centro.

Fue precisamente este sector rebelde el que bautizó con cierta sorna el nuevo centro de salud como “La casita de la pradera”, una denominación que ha adquirido un carácter entrañable con los años, pero que entonces resultaba un tanto incómoda para los médicos residentes.

CONTRA LA DESAPARICIÓN
Las críticas unidas a la falta de implicación de algunos médicos de la zona habrían de poner en serios aprietos la supervivencia de la nueva unidad docente. Francisco Puch recuerda como la población tuvo que movilizarse en varias ocasiones para garantizar la continuidad del centro de salud.

En diciembre de 1982, cuando apenas había transcurrido un año desde su creación, los vecinos remitían una carta al subdirector provincial del Insalud en la que pedían la consolidación de Manuel Martín como coordinador docente, ya que la plaza que ocupaba no era definitiva. En el escrito expresaban su disconformidad con el nombramiento del nuevo doctor ante la negativa de este de continuar con la experiencia. “El cese de Manuel Martín podría haber significado el final de todo el proyecto, ya que el nuevo titular no era partidario de los cambios” señala Puch.

En 1987 los vecinos volvieron a recurrir a la Administración, esta vez para pedir la continuidad de la prórroga que permitía que el edificio de Chapela siguiera funcionando como unidad docente de Medicina Familiar, pues de no ser así temían por su desaparición. Finalmente los peligros se disiparon y el centro médico se consolidó como un referente sanitario para la comarca, incorporando cada vez más mejoras y novedosas iniciativas.

Pero la vida no se detiene y el avance de los tiempos hizo que el centro de Chapela quedara obsoleto. Al entrar en la nueva década la Administración decidió “la casita de la pradera” no reunía los recursos necesarios para el pleno desarrollo de la Medicina Familiar, por lo que en 1995 los servicios sanitarios se trasladaron al Centro de Salud de Sárdona. La vivienda de Chapela, ahora desocupada, se destinaría a sede de la Unión Vecinal que tanto había hecho por mejorar las prestaciones sanitarias de sus conciudadanos. Algunos años más tarde también incorporaría una oficina de Correos en su planta baja.

EL LEGADO
Los que fueron protagonistas de esta experiencia no quieren que se pierda su memoria y reivindican que se recupere el espíritu de aquellos tiempos, una época en la que se sentaron las bases de una sanidad más próxima a la sociedad, un legado que parece peligrar en los tiempos que corren. “Había mucha ilusión, muchas ganas. De todo lo que pretendíamos hace 23 años sólo se consiguieron algunas cosas, porque la voluntad política de las administraciones no acompañó al programa” explica Manuel Martín. Francisco Puch, desde su visión a pie de calle, se queja del actual distanciamiento entre los profesionales sanitarios y la sociedad, que nos remite a tiempos que parecían superados. “Ya no hay comisiones de salud, como antes, para discutir los problemas sanitarios de una zona con los vecinos y los ayuntamientos”, se lamenta.

Un nuevo centro de salud, más amplio y con mejores prestaciones sustituye ahora a la entrañable “casita de la pradera” que ha quedado como reliquia en la memoria colectiva. El legado que dejó la primera unidad de Medicina Familiar trasciende la escala local. Sus repercusiones se extienden a toda la red sanitaria de Galicia y hoy son muchos los centros de salud integrados en el programa docente que tuvo su singular punto de partida en la pequeña aldea de Chapela.

Texto: Jesús J. Blanco.
Foto: Cedida por Manuel Martín.

'Cinema Paradise' en Vilarmaior


La festividad de San José es el mejor día para hacer taquilla. Gentes de todas partes, vestidas de domingo, acuden al Vilarmaior, al lugar de A Feira do Tres. Vienen de parroquias como Miño, Bemantes, Callobre, Guimil, pero también podemos encontrar a algún coruñés rezagado. Después de curiosear por los puestos de venta, de comer pulpo, empanada y lacón, de algún que otro baile robado en la verbena, llega el momento que todos esperan. Y es que en el Cine Radio de Vilarmaior hoy tienen sesión continua.


Elsa Dopico recuerda con cariño el viejo cine de barrio, una idea que un veciño emigrado a América, Juan Varela, se trajo de esas tierras, junto con las remesas de dinero y los sinsabores de los muchos años de trabajo por países como Cuba, Argentina o Estados Unidos. “Quedó impresionado por el cine y desde entonces le andaba rondando la idea. En cuanto tuvo la oportunidad compró un terreno con seis socios para hacer el local”. Unos albañiles de Miño, conocidos como los Chiscos, fueron los encargados de construirlo. Con el edificio ya terminado sólo quedaba bautizarlo y cómo Juan Varela tenía una tienda de aparatos de radio no hizo falta darle muchas vueltas: Cine Radio. ¿No era ese el nombre que llevaban algunas de las salas internacionales más importantes? Por fin, en 1942 las puertas del Cine Radio se abrían al público y una pequeña revolución cultural empezaba a fraguarse en A Feira do Tres. Primero tímidamente, después casi como un ritual sagrado, el público empezó a frecuentar el séptimo arte.

Se forman largas colas frente a la taquilla. En días como hoy el aforo del local, más de cien plazas entre las butacas entre la planta baja y el gallinero, no llega a nada. Ya en el interior, las luces comienzan a bajar y el bullicio se transformaba primero en un murmullo, a continuación en susurro... José Seijas, encargado del aparato de proyección, hace girar la manivela, las imágenes comienzan a proyectarse sobre la pantalla y el silencio ya es total. La magia del celuloide esta en marcha...

Lo primeros años predominaban las películas españolas. Eran los tiempos de Jorge Negrete, Juanito Valderrama, Juanita Reina, Carmen Sevilla... Estas producciones fueron cediendo protagonismo a actores y actrices más internacionales, como la italiana Sofía Loren o nuestra Sara Montiel, que si bien era española de origen su proyección estelar la situaba al lado de los grandes de Hollywood. A lo largo de su historia hubo grandes taquillazos, como “Adiós Pampa Mía” o ‘Marcelino Pan y Vino’, también tenían mucho éxito las películas de Marisol. Pero el éxito más sonado fue ‘Lo que el Viento se llevó’. “Se proyectó hasta tres veces seguidas”, recuerda Elisa. Pero por encima de los éxitos están las preferencias personales. Esas historias que nos marca para siempre. Elsa quedó impresionada por una película de la que no recuerda el título pero el argumento le quedó grabado para siempre. “Aparecía una monja que había tenido una hija antes de coger los hábitos. Ella sabía que era su hija, pero la chica no conocía a su madre”. Un argumento algo subido de tono para aquellos tiempos, pero en A Feira do Tres el cura hacía la vista gorda. “Era casi de la familia y no se metía en nada. Solo nos decía: A ver que me vais a traer esta vez”.

El público está emocionado. La historia de un amor no correspondido hace saltar algunas lágrimas entre los sensibles, sirve de excusa a las parejas de novios para hacer arrumacos en la oscuridad y mueve la nostalgia de quienes, ya entrados en años, recuerdan sus primeros escarceos de juventud. Claro que siempre están los que no se enteran de nada...

Los menos avispados siempre recurrían al experimentado José Seijas, encargado de la cámara de proyección, para que les aclarase lo que se les antojaban tramas incomprensibles: “Había gente que no entendía bien, que no asimilaba. Y decía: Pues no me gusta nada esta película. Les explicabas un poco el argumento y enseguida decían: Vaya, ahora sí que me gusta”. Pero no era esto lo más llamativo. A algunas gentes del rural, poco acostumbradas aún a las imágenes en movimiento, eso del cine les parecía cosa de brujas. “Había un señor de Bemantes que si en una película aparecía un tren o un avión iba a mirar detrás de la pantalla a ver de donde había salido”, recuerda Seijas.

Algo no marcha bien. El rollo se ha atascado y la pantalla se queda en blanco. Silbidos y pataleos inundan la sala. Los gritos se dirigen contra el proyeccionista. “¡A ver, ese técnico, que no se ve nada!” José Seijas procede con habilidad y rapidez. Los últimos rollos no los han mandado en muy buenas condiciones. No es culpa suya que se atasquen, pero con unos rápidos ajustes las magia vuelve a la sala...
Las películas las mandaba una casa de Coruña a través del coche que llevaba la leche. No había otro medio de transporte. “Llegaba una cada semana, la mayoría eran películas españolas y había alguna americana que casi siempre era la gran novedad. Por una película buena había que traer cinco corrientes”, explica Seijas. Cada filmación estaba constituida por al menos media docena rollos que se vendían a 10 reales cada 300 metros.

La palabra FIN aparece grabada en letras blancas, tapando el último beso de dos amantes que, por fin, se reencuentran. El público comienza a abandonar sus asientos, algunos permanecen unos minutos escuchando la música que acompaña a los títulos de crédito. Los socios del Cine Radio respiran aliviados. Ahora empieza la diversión para ellos.

Habitualmente el cine sólo funcionaba los fines de semana y se proyectaban dos sesiones, una los sábados por la noche y otra los domingos por la tarde, pero los días de feria eran diferentes. Había programa doble y el público acudía en masa a disfrutar de los últimos estrenos. Para los socios del Cine Barrio se multiplicaban los ingresos, pero también el trabajo, especialmente el 19 de marzo, la festividad patronal de Vilarmaior. “Ese día hacíamos hasta cuatro sesiones. No se paraba de trabajar, comíamos y cenábamos a las cuatro de la mañana”. Claro que nunca falta un soplo de aire fresco entre tanta fatiga. “Como los días de fiesta no podíamos ir al cine, José nos ponía una película para los camareros del bar”, explica Elisa.

En los últimos años muy poca gente se acercaba a la vieja sala. José ya no estaba de operador, lo había dejado hacía tiempo. La TV llegaba con fuerza y el cine, por el que había que pagar, aunque sólo fueran tres pesetas, empezó a perder interés. Poco a poco el viejo Cine Radio fue agonizando hasta que en 1970 protagonizó su último drama. “No volví más a una sala de cine desde que se cerró. Sólo fui a ver Titánic, que era mucha cosa”, revela José Seijas con un poco de timidez, como si hubiera traicionado a un viejo amigo. En este reencuentro fugaz el proyeccionista quedó impresionado por lo que habían cambiado las cosas. “En lo que a calidad se refiere las películas de ahora son mucho mejores. El sonido y la imagen no tienen comparación”. Pero por lo demás nada interrumpió su exilio voluntario de las grandes salas. “Quedé cansado, fueron muchos años, pero cuando echan en la tele una de las que yo ponía, no me la pierdo. Así me tiene más gracia”.

Del antiguo Cine Radio hoy sólo quedan algunas filas de butacas, con la madera carcomida y llena de polvo, una pantalla hecha jirones y ese viejo proyector que cada día parece más deteriorado. Pero entre las reliquias del pasado, sobreviven aún los recuerdos de un tiempo en el que ver una película al abrigo de un cine de pueblo constituía casi un acto de fé.

Las Cruzadas Infantiles


Uno de los episodios más llamativos y espectaculares de tráfico de pesonas documentados en la historia de la humanidad son las Cruzadas Infantiles, que tuvieron lugar en la plenitud de la Edad Media, una época en la que se conjugaban la pobreza con la crisis de valores por la que atravesaba la sociedad. En el año 1212 dos expediciones conformadas por más de 50.000 niños partieron respectivamente de Francia y Alemania hacia Jerusalén. Les movía la idea de que su fe infantil les haría triunfar allí donde los mayores habían fracasado. La historia reúne todos los ingredientes de la literatura fantástica y, de hecho, existen novelas y cómics que relatan los acontecimientos narrados. Sólo por esta vía han llegado al gran público pues, ya sea porque no daban una imagen muy positiva de la Iglesia católica, o porque resultaban poco comunes y pintorescos, fueron relegados a meras notas a pié de página en los libros de historia, en vez de otorgárseles la importancia que merecían.

En el año 1212 la Iglesia Católica atravesaba uno de sus peores momentos. En los años anteiores cuatro Cruzadas habían partido hacia Jerusalén y las cuatro se habían saldado con el más estrepitoso fracaso. Sin embargo el papado, tal vez animado por las espectativas que había creado la toma de Constantinopla bajo poder Occidental en 1204, no cejaba en su empeño de llamar a los católicos de liberar Jerusalén. El historiador medievalista Runciman señala que durante los últimos quince años habían recorrido Europa predicadores que apremiaban a una Cruzada contra los musulmanes de Oriente o de España o los herejes del Langedoc. Otros autores estudiaron el tema señalan que aún estaba latente la fuerte impronta que en el siglo XI causaron las predicaciones de Pedro el Ermitaño.

En las inmediaciones de Colonia un grupo de personas, instigadas por la predicación de un niño llamado Nicolás, comenzaron a peregrinar hacia el Rhin. Decían que Dios les había ordenado liberar Jerusalén. Este movimiento tiene su paralelo en Francia, donde un joven pastor llamado Esteban, comenzó también a llamar a la Cruzada. Afirmaba que Cristo se le había aparecido bajo la forma de un pobre peregrino. Cronológicamente la expedición alemana precede a la francesa, pues su origen se sitúa entre la Pascua y Pentecostés de 1212.
“Miles de pueri abandonaron súbitamente sus hogares y se dirigieron hacia el Sur con el propósito de llegar a Jerusalén”, dice Peter Raedts. No hay indicios de que nadie les obligara a tomar esta decisión. De hecho las fuentes apuntan que los niños se lanzaron a la empresa incluso contra las directrices de sus padres. Cuando les preguntaban que les había conducido a esta descabellada idea, pues años antes un gran ejército dirigido por reyes y duques había intentado en vano el mismo objetivo, contestaban que seguían “la voluntad de Dios”. Diversas fuentes identifican al niño Nicolás como líder del movimiento. Joahannes de Codagnelus relata que el pequeño tuvo una visión en la que se le había aparecido un ángel. El supuesto mensajero divino le dijo que él y sus seguidores estaban destinados a liberar el Santo Sepulcro y que Dios, al igual que había hecho con los israelitas, dividiría el mar para que pudieran llegar a Tierra Santa “sin mojar los pies”.
Los Cruzados se dirigieron desde Colonia hacia el Sur, siguiendo el curso del Rhin. Está registrado su paso por Sepeyer, sobre el 25 de julio, y posteriormente por Alsacia, donde su llegada debió causar gran expectación, a juzgar por el extraordinario número de crónicas y ‘Annales’ que los mencionan. “Allí por donde pasaban los cruzados eran recibidos con entusiasmo y los lugareños les ofrecían bebida y comida”, dicen las crónicas. Tras descansar unos días reanudaron la marcha hacia Génova. Les movía tal entusiasmo que en algunas jornadas llegaron a cubrir 35 kilómetros al día El viaje debió de ser extenuante, pues se cuenta que muchos murieron a causa del calor, el hambre y la sed, antes incluso de haber llegado a los Alpes.
Orgelius Palis, cronista de la ciudad de Génova, notifica el 25 de agosto, que sobre 7000 mujeres y niños llegaron a la ciudad. “Todos llevaban cruces, objetos de peregrinos y bultos de equipaje”, indica el escribano. Es aquí donde se descalabra la Cruzada de los Niños. Al no abrise el mar tal como les habían prometido muchos partieron al día siguiente, desilusionados. Algunos fueron hacia Marsella y otros a Roma. En este último emplazamiento, el cronista Marbach refiere con sádica satisfacción: “Finalmente comprendieron lo estúpidos que habían sido, ya que ninguno consiguió la exención de la promesa de Cruzada”. Pero no todos habían perdido la esperanza. La Gesta Treveroum informa de que un gran grupo se dirigió al puerto de Brindisi para seguir la expedición en barco. El Obispo les había prohibido embarcar porque sospechaba que el padre de Nicolás tenía la intención de venderlos a los infieles, pero desoyeron sus palabras. Como se temía el prelado unos días más tarde serían capturados por piratas, que los vendieron a los Sarracenos. Era el trágico final de sus sueños infantiles.
Miles de niños partieron hacia Italia pero muy pocos volvieron. “Aquellos que se habían acostumbrado a atravesar las tierras en hordas y multitudes, siempre cantando a los cielos, regresaban ahora silenciosos, descalzos y consumidos por el hambre, tontos a los ojos de todos”, señala el cronista Marbach.
Las diferentes crónicas que relatan estos hechos no se ponen de acuerdo sobre el destino que corrió Nicolás. Así, mientras unas aseguran que murió en Brindisi y que, poco después, su padre se suicidó en Colonia, otras afirman que volvió a tomar la cruz en 1217 para luchar contra los Infieles en Acre y el cerco de Damietta.