La creación de la primera unidad docente de Medicina Familiar en Chapela sentó las bases de la moderna Atención Primaria en los años ochenta.
Este nuevo modelo de asistencia sanitaria logró la erradicación de la fiebre Tifoidea en la comarca, generalizó las consultas médicas entre la población y fomentó la planificación sociosanitaria.
La movilización vecinal logró que se cediera al municipio de Redondela un viejo edificio expropiado por Autopistas del Atlántico para su reconversión en centro de salud.“La casita de la Pradera”, como la bautizaron los vecinos de Chapela, se convertía así en la primera unidad docente de Medicina Familiar y Comunitaria, un precedente de lo que hoy conocemos como Atención Primaria. El nuevo centro supuso toda una revolución para la tranquila vida de los lugareños, en una Galicia de la Transición que aún veía a los médicos como seres inaccesibles. Los protagonistas de aquella iniciativa recuerdan hoy, entre la nostalgia y el sabor agridulce del paso tiempo, una experiencia que significó romper las barreras que distanciaban a los profesionales sanitarios de la sociedad.
A principios de los años 80 el Instituto Nacional de Salud (INSALUD) proyectaba la creación de un centro docente para completar la formación de los facultativos en Medicina Familiar y Comunitaria, una especialidad de nueva implantación. A su vez, los vecinos de Chapela, sensibilizados sobre la necesidad de mejorar la asistencia sanitaria de la zona, habían iniciado una campaña de movilizaciones para lograr el traspaso al Ayuntamiento de una vivienda en estado de abandono, expropiada en 1978 para el trazado de la Autopista.
“Sin la presión popular habría sido imposible poner en marcha la Unidad, ya que la Administración no disponía de recursos suficientes para crear un nuevo edificio”, recuerda Francisco Puch, vicepresidente de la Asociación de Vecinos de Chapela. Unos años atrás este colectivo había protagonizado un enconado movimiento de resistencia contra el trazado de la autopista, ya que suponía la división territorial de la zona. Ahora volvían a unirse para pedir la creación del nuevo centro de salud.
En febrero de 1981 tras un prolongado e intenso proceso reivindicativo los vecinos lograban por fin su objetivo. “Trabajando conjuntamente con el Ayuntamiento se pudo conseguir la cesión de la casa, que actualmente ocupa el equipo de Medicina Familiar, que significa un nuevo enfoque de la asistencia sanitaria”, comenta el Boletín Informativo que editaba la asociación por aquellos años.
JUVENTUD E ILUSIÓN
El inmueble tenía muchas limitaciones, pero quedaban compensadas de sobra por el afán de superación de sus nuevos inquilinos, en su mayor parte recién salidos de la facultad. Al frente del nuevo centro de salud estaba un jovencísimo Manuel Martín, que empezó como médico general para asumir más adelante el cargo de Coordinador Docente. “Era una unidad pequeña, producto del voluntarismo y de las ganas de trabajar de los que estábamos allí, que teníamos menos de 30 años, y de la colaboración activa de la asociación de vecinos”, recuerda.
En Chapela se formaron los primeros facultativos de Familia, muchos de ellos, como el propio Martín, jugarían años más tarde un papel determinante en la creación de colectivos sanitarios especialmente reivindicativos y siempre muy críticos con la Administración, como la Plataforma Diez Minutos o la Asociación por la Defensa de la Sanidad Pública.
SANIDAD SOCIAL
A los pocos meses de su apertura la unidad ya marcaba la diferencia por su singular sistema de trabajo. El Centro de Chapela comenzó a organizar una amplia gama de actividades con el objetivo de llevar a los lugares menos privilegiados las ventajas y prestaciones de una sanidad moderna. Charlas informativas para educar a la población, revisiones escolares o campañas de vacunación periódicas, son algunas de las nuevas prácticas sanitarias a las que los vecinos de Chapela tendrían que acostumbrarse. Pero sobre todo, se promueve el desarrollo de programas de promoción y prevención de la salud para detectar los problemas y necesidades sanitarias del entorno. En el primero de estos diagnósticos se observó una incidencia muy importante de las fiebres de tifoideas.
El trabajo conjunto del equipo médico con la Asociación de Vecinos permitió realizar un estudio pormenorizado de los pozos de agua de la zona e identificar aquellos que estaban contaminados como factor causante de la enfermedad. “La asociación iba casa por casa a recoger el agua, la trasladábamos a la dirección provincial y allí la analizaban y se identificaba si estaba en buen estado”, explica Martín. Se trazó un plan para acabar con los pozos negros mediante la creación de fosas sépticas. En un folleto editado por la Asociación de Vecinos se daban las indicaciones básicas para su instalación. El problema desapareció en poco tiempo.
Otro hito para la época fue promover un servicio de extracción de sangre en Redondela, que permitía un seguimiento más riguroso y preciso de la salud de los pacientes. La inauguración de esta nueva dotación sanitaria, en octubre de 1984, fue todo un acontecimiento que contó con la presencia del entonces Ministro de Sanidad por el PSOE, Ernest Lluch.
Fueron algunos de los logros más importantes del nuevo modelo sanitario pero no los únicos. En colaboración con la asociación de vecinos y los padres de alumnos, el centro puso en marcha un programa educativo sobre salud bucal dirigido a los niños, en el que se aplicaban tratamientos de flúor.
En el centro de enseñanza se programaban con regularidad charlas educativas destinadas a padres, alumnos y profesores sobre diversos temas de salud y prevención. “No sólo nos preocupábamos de curar sino también de prevenir problemas importantes que detectábamos en la zona, y los vecinos veían los resultados”, señala Martín.
También se introdujeron modificaciones en la asistencia sanitaria, como el trabajo por programas específicos centrados en patologías concretas, que no tardó en extenderse al conjunto del sistema sanitario, el desarrollo de las historia clínicas, los ficheros de pacientes y la creación archivos sobre las cuestiones sanitarias que surgían en relación con el área de influencia.
DIVISIÓN
Ante las mejoras en su calidad de vida la mayoría de los vecinos se mostraban favorables a los cambios que trajo consigo la Medicina Familiar. “Estaban encantados, porque si antes sólo tenían un médico por unas horas ahora contaban con un equipo bien preparado siete horas al día”, sostiene el facultativo. Pero también había sectores discrepantes. Las nuevas formas de proceder, que basaban buena parte de su eficacia en reunir un importante volumen de información sobre los pacientes y el área sanitaria de influencia, eran entendidas por facultativos de la vieja guardia como “burocracia” y los programas experimentales como extravagancias sin verdadera utilidad.
En el caso concreto de Chapela resulta significativa la división que esta iniciativa creo entre los vecinos de la localidad, una división que, de hecho, tenía su origen en el trazado de la autopista. La cicatrices aún estaban abiertas y el nuevo centro de Salud generó problemas entre Chapela de abajo, que hasta la aparición de la unidad docente tenía el médico al lado de casa, y Chapela de arriba, donde ahora se centralizaban todos los servicios, lo que llevaba consigo la reubicación de los facultativos en el nuevo centro.
Fue precisamente este sector rebelde el que bautizó con cierta sorna el nuevo centro de salud como “La casita de la pradera”, una denominación que ha adquirido un carácter entrañable con los años, pero que entonces resultaba un tanto incómoda para los médicos residentes.
CONTRA LA DESAPARICIÓN
Las críticas unidas a la falta de implicación de algunos médicos de la zona habrían de poner en serios aprietos la supervivencia de la nueva unidad docente. Francisco Puch recuerda como la población tuvo que movilizarse en varias ocasiones para garantizar la continuidad del centro de salud.
En diciembre de 1982, cuando apenas había transcurrido un año desde su creación, los vecinos remitían una carta al subdirector provincial del Insalud en la que pedían la consolidación de Manuel Martín como coordinador docente, ya que la plaza que ocupaba no era definitiva. En el escrito expresaban su disconformidad con el nombramiento del nuevo doctor ante la negativa de este de continuar con la experiencia. “El cese de Manuel Martín podría haber significado el final de todo el proyecto, ya que el nuevo titular no era partidario de los cambios” señala Puch.
En 1987 los vecinos volvieron a recurrir a la Administración, esta vez para pedir la continuidad de la prórroga que permitía que el edificio de Chapela siguiera funcionando como unidad docente de Medicina Familiar, pues de no ser así temían por su desaparición. Finalmente los peligros se disiparon y el centro médico se consolidó como un referente sanitario para la comarca, incorporando cada vez más mejoras y novedosas iniciativas.
Pero la vida no se detiene y el avance de los tiempos hizo que el centro de Chapela quedara obsoleto. Al entrar en la nueva década la Administración decidió “la casita de la pradera” no reunía los recursos necesarios para el pleno desarrollo de la Medicina Familiar, por lo que en 1995 los servicios sanitarios se trasladaron al Centro de Salud de Sárdona. La vivienda de Chapela, ahora desocupada, se destinaría a sede de la Unión Vecinal que tanto había hecho por mejorar las prestaciones sanitarias de sus conciudadanos. Algunos años más tarde también incorporaría una oficina de Correos en su planta baja.
EL LEGADO
Los que fueron protagonistas de esta experiencia no quieren que se pierda su memoria y reivindican que se recupere el espíritu de aquellos tiempos, una época en la que se sentaron las bases de una sanidad más próxima a la sociedad, un legado que parece peligrar en los tiempos que corren. “Había mucha ilusión, muchas ganas. De todo lo que pretendíamos hace 23 años sólo se consiguieron algunas cosas, porque la voluntad política de las administraciones no acompañó al programa” explica Manuel Martín. Francisco Puch, desde su visión a pie de calle, se queja del actual distanciamiento entre los profesionales sanitarios y la sociedad, que nos remite a tiempos que parecían superados. “Ya no hay comisiones de salud, como antes, para discutir los problemas sanitarios de una zona con los vecinos y los ayuntamientos”, se lamenta.
Un nuevo centro de salud, más amplio y con mejores prestaciones sustituye ahora a la entrañable “casita de la pradera” que ha quedado como reliquia en la memoria colectiva. El legado que dejó la primera unidad de Medicina Familiar trasciende la escala local. Sus repercusiones se extienden a toda la red sanitaria de Galicia y hoy son muchos los centros de salud integrados en el programa docente que tuvo su singular punto de partida en la pequeña aldea de Chapela.
Texto: Jesús J. Blanco.