martes, 30 de enero de 2007

El gallego que escribía cartas en celuloide.


El cineasta gallego Elixio González fue pionero en dar vida al ‘Cine de correspondencia’, cartas filmadas que los colectivos emigrados enviaban a sus parientes de Galicia.

Un trabajo del investigador Manuel González, publicado por el Arquivo da Emigración, desvela los aspectos más insólitos del que está considerado como el principal cineasta de las colectividades emigradas.

Elixio González escribía cartas en celuloide. Cuando el cineasta gallego ponía en marcha su cámara y empezaba a rodar, no eran películas lo que recogía el objetivo sino fragmentos de vida de los emigrantes gallegos. Desde su llegada a Buenos Aires en 1921 hasta su muerte en 1972 grabó más de 70 documentos audiovisuales, de los que sólo se ha logrado rescatar una pequeña parte. Estas producciones constituyen su particular contribución al ‘cine de correspondencia’, un género insólito que no tiene parangón en ningún otro colectivo de emigrantes, pues sólo a los gallegos se les podía ocurrir utilizar el séptimo arte como correo de intercambio.
La figura de Elixio González (1899-1972) fue rememorada recientemente en el XI Festival de Cine Independente de Ourense’, que dentro del ciclo ‘Cine e Emigración’, recuperó para el público algunas de sus películas más destacadas. Ahora el Arquivo da Emigración acaba de publicar un trabajo del investigador Manuel González donde se analizan los aspectos más relevantes la vida y obra de quien a día de hoy está considerado como uno de los principales cineastas de la diáspora.
“Más que un director de cine Elixio González es un cronista, un reportero que se dedica a meter dentro de una caja trocitos de vida de la emigración. No tiene objetivos estéticos o de autor, ni un discurso propio sobre lo que es el documental o el cine. Su valor es básicamente emocional”, explica Manuel González. El investigador, que ha dedicado buena parte de su obra a analizar el cine de correspondencia, cree que el principal objetivo de estos documentos audiovisuales era transmitir una imagen positiva y tranquilizadora de los emigrantes a sus compatriotas, por eso aparecen casi siempre como temas recurrentes las fiestas y celebraciones. “El leif motive básico de las películas de emigrantes es casi siempre gente comiendo. Gente feliz, para que se vea que las cosas les van bien”, apunta. En Galicia, la contrapartida de Elixio era José Gil, que rodaba las festividades locales y las obras realizadas con las remesas que los emigrantes enviaban a su localidad para crear puentes, escuelas, asilos y otras iniciativas benéficas.
Elixio era el fotógrafo de la colectividad y las gentes, que lo veían como un paisano más, no se sobrecogían cuando lo veían aparecer con su cámara y continuaban haciendo su vida, de ahí la naturalidad que impregna sus proyecciones. “Ahí ven o noso”, decían. “Yo lo asocio con esos fotógrafos que había antes en los pueblos, a los que llamaban para cubrir bodas, bautizos y comuniones”, señala Manuel González. Son filmes costumbristas, donde los miembros de la colectividad bailan, comen y se divierten con una espontaneidad y un desparpajo que resultaban insólitos en el cine antiguo, donde el hieratismo de las interpretaciones y la rígida formalidad estética marcaban la estructura plano a plano.
De ahí que personajes tan mitificados para la ‘galeguidade’, como Castelao, María Casares, Blanco Amor o Suárez Picallo, muestren en sus proyecciones su lado más humano. Del visionado de este último guarda Manuel González un pintoresco recuerdo: “En un documental sale Suárez Picallo comiéndose un asado y se ve la grasilla que se le cae por el mentón. Vemos a un personaje conocido en un contexto cotidiano, y esto es maravilloso”.
El investigador las define como producciones “democráticas”, pues eran los centros gallegos y las sociedades de emigrantes quienes sufragaban los documentales de Elixio, que servían, al igual que la correspondencia, como “portadores de noticias” entre los gallegos emigrados y su lugar de origen. Las películas, grabadas en rollos de 16 o 35 milímetros se compraban a 3 pesetas el metro, lo que suponía un coste de 2000 o 3000 pesetas por película
Además de las rifas y donaciones, el sistema más utilizado para recaudar los fondos eran las ‘Veladas Danzantes Cinematográficas’. “Se trata de festivales que se realizaban cada domingo en las que se proyectaba una película gallega, normalmente de Suevia Films, y después había un baile”, comenta Manuel González. El capital recaudado en pesos aumentaba considerablemente su valor con el cambio de moneda, hasta alcanzar cifras bastante importantes para la época.
Los documentales llegaban a Galicia en barco, al igual que las grandes producciones americanas, y una vez arribados a puerto viajaban hasta los más recónditos lugares de la geografía gallega para ser visionados por los vecinos de aldeas y parroquias.
¿Pero como fue que un hombre de Queguas, una pequeña aldea de la remota localidad orensana de Entrimo, nacido en el seno de una familia campesina acabó metido a reportero gráfico de nuestra emigración en un lugar tan remoto como Buenos Aires? Su historia resulta digna de las mejores producciones de la época. En 1921, Elixio González, como muchos otros jóvenes en aquellos años, se marchó para no ir a la guerra de Marruecos. Aprovechando que su localidad estaba en la línea divisoria con Portugal no le costó demasiado cruzar la frontera hasta Lisboa y desde allí embarcarse para Argentina. Ya nunca más podrá volver a Galicia, y esa morriña se reflejará en toda su obra. “Eso le marcará muchísimo, porque no es un emigrante normal. Es casi un exiliado”, explica Manuel González.
En Buenos Aires comienza a trabajar como portero y ocasionalmente es requerido para tomar fotografías en festejos y celebraciones. Interesado por el mundo del cine un día adquirió una cámara y comenzó, sin saberlo, a sentar las bases del cine documental gallego. En 1972, cercano al final de sus días y ya enfermo, Elixio buscó en sus archivos todos los trozos de películas en las que aparecía Castelao, los pegó y los llevó hasta el Centro Gallego. Así fue como llegaron hasta nosotros las únicas imágenes en movimiento que se conservan de uno de nuestros valores más universales. Fue el testamento póstumo y el legado más valioso de un realizador irreemplazable.
Texto: Jesús J. Blanco.
Foto: Cedida por Manuel González.

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